🎐 Veleta #29: la siesta, el calor y un experimento fallido
Veleta es una carta digital que tiene un patrón de contenidos tan subjetivo como la frecuencia con la que la envío: cuando me cambia el viento. Lee aquí sobre su origen. Si te gusta lo que lees, me ayuda mucho que lo compartas. Y si te la han reenviado, quizá quieras suscribirte.
La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí. Estos días estamos tan derretidos como estos relojes
La siesta, o yoga ibérico, como se refería Camilo José Cela a esta costumbre tan española de descansar el cuerpo en las horas centrales del día, es un básico atemporal. Sin embargo, supone un reclamo todavía más atractivo durante el verano, especialmente para contrarrestar las horas que la ola de calor nos está robando de noche.
Hace unos días leí que hay un límite de calor a partir del cual nuestro cerebro deja de funcionar como debería: los 40 grados, una cifra que hemos rebasado varias veces en las últimas semanas, y las que quedan. Por lo visto, los humanos somos homeotermos, es decir, somos capaces de regular nuestra temperatura corporal y mantenerla en torno a los 37 grados, pero cuando sobrepasamos los 40, el hipotálamo, que es el disipador del cuerpo, entre otras cosas, se centra en esta tarea y deja otras en segundo plano, como la atención. Por eso, estos días, puede que estemos un poquito más espesos.
Pero, ojo, porque este estado de sopor cansino, cuando el calor nos aplasta y atonta, podría jugar a nuestro favor si sabemos manejarlo con mano izquierda. Me explico. Ayer estaba escuchando la tertulia de humoristas gráficos de A vivir que son dos días, de la Cadena Ser, y tenían como invitado a Carlos García-Delgado, autor de un libro titulado El yo creativo. La idea que exponía es que el momento perfecto para crear algo es cuando dejas ir un poco la conciencia, sueltas las riendas de tu cerebro, le das margen, dejas de atosigarlo con mil órdenes y desconectas de alguna manera la atención.
O sea, que justo ese momento en que el hipotálamo está ocupado intentando disipar el calor y nos sentimos un poco abotargados, justo ahí, en ese instante en el que no tenemos ni ganas de vernos, podríamos ser más creativos que nunca. ¡Watafak! Qué paradoja. Pero, espera, que hay más. Porque, según una técnica de sueño que aplicaban genios como Salvador Dalí o Thomas Edison, el mejor momento para crear es unos 20 minutos después de haber empezado una siesta, en la fase 1 del sueño, conocida como hipnagogia, término que describe ese momento de tránsito entre la vigilia y el sueño.
Lo que hacían tanto Dalí como Edison era acomodarse para dormir una siestecita mientras sostenían un objeto pequeño, pero pesado en las manos, pongamos una cuchara, de tal manera que, cuando iban a entrar en una fase de sueño más profundo, la cuchara se caía y les despertaba. En ese momento, sin pereza alguna, se ponían a trabajar en ese placentero estado de duermevela que parece ser idóneo para despertar la creatividad.
Algo tiene que haber porque en el haber del señor Edison se cuentan más de 1000 inventos, y qué decir de Dalí. Por cierto, que esta teoría está demostrada científicamente y, además, los expertos en sueño, siempre aconsejan siestas cortitas. ¿Será por esto?
He de decir que ayer me propuse ratificar el experimento para contarlo aquí. Abrí mi ordenador, con toda la pesadez que daban los más de 40 grados que caían fuera, la hora de la siesta, y una buena comida. Me puse a teclear un poquito, me empezó a dar sueño, programé el despertador del móvil 20 minutos después, y me dejé llevar. Y, cuando sonó la alarma… la apagué y seguí durmiendo.
Está claro que lo primero que hay que tener para aplicar esta teoría es fuerza de voluntad y no sucumbir al yoga ibérico con estos calores. A lo mejor es que es una técnica más efectiva para el invierno, o para cuando llueva menos calor. Intentaré ponerla en práctica más adelante. Y si alguno de vosotros la prueba, que lo diga.
Mi librería
Los links que te dejo a continuación son enlaces de afiliados a libros que han salido por esta newsletter o que he leído y me parecen interesantes. Si te gusta alguno de ellos y los compras desde aquí, me llevo una comisión de Amazon. Esta compra no supone un coste extra para ti y es muy valiosa para mi proyecto y para las librerías.
Aquí os dejo algunas de mis últimas lecturas, que pueden encajar durante el verano:
La trenza, de Laetitia Colombani. Partiendo de la maravillosa metáfora de la trenza, Colombani entrelaza tres historias de mujeres, con sus diferentes realidades, que nos recuerda que estamos más interconectados de lo que parece. Puede ser una bonita lectura de verano, ligera, cortita, pero con mensaje.
Invierte con poco, de Natalia de Santiago. Había escuchado a Natalia de Santiago en varios podcasts y me parece muy interesante cómo plantea el tema de las finanzas personales, principalmente, porque entiendo lo que dice. Punto de partida: todos podemos y debemos organizar nuestras finanzas para que nuestros ahorros no pierdan valor, menos con la inflación que nos están tocando vivir. Recomendadísmo para, al menos, que nos suenen ciertos conceptos.
El yo creativo, de Carlos García-Delgado. No lo he leído todavía, pero me da mucha curiosidad.
Hasta que vuelva a cambiar el viento, Patricia
Si te ha gustado este contenido, quizá te apetezca reenviárselo a un amigo.
Si te han reenviado esta newsletter, puede que quieras suscribirte.