🎐 Veleta #27: Decisiones adolescentes, el intermezzo y volver a clase con 37
Veleta es una carta digital que tiene un patrón de contenidos tan subjetivo como la frecuencia con la que la envío: cuando me cambia el viento. Lee aquí sobre su origen. Si te gusta lo que lees, me ayuda mucho que lo compartas. Y si te la han reenviado, quizá quieras suscribirte
Michelle Pfeiffer en Mentes Peligrosas (1995). ABC
En junio del año 2001, tenía la tierna edad de 17 años. Acababa de hacer la selectividad y me emocionaba la idea de ir a la universidad. Nadie de mi familia cercana en aquel momento había vivido todavía esa experiencia y, en cierta manera, no solo era mi deseo, sino el de muchas de las personas que me rodeaban.
Siempre me había (y me habían) considerado de letras, así que os podéis imaginar que las carreras que barajaba tenían que ver con las humanidades. Durante semanas estuve dando vueltas a estas tres: turismo, magisterio y periodismo.
Primero, descarté turismo. Ya he contado alguna vez que me encanta descubrir sitios y gentes, pero la parafernalia del viaje mismo me produce ansiedad. Me gustaría contaros más sobre este tema, y seguro que lo haré de cara al verano a modo de terapia, pero hoy lo que interesa es que la decisión de abandonar la idea de estudiar turismo creo (creo) que fue bastante acertada.
Total, que la cosa quedó entre magisterio y periodismo, y uniendo puntos, que sabéis que me encanta, tiene sentido. Desde pequeña, me atrae todo lo que significa aprender algo nuevo e ir al colegio, incluso cuando en pleno mes de agosto mi abuela me apuntaba a las clases de verano en el pueblo. Al mismo tiempo, como buena introvertida, disfruto entre letras, investigando y escribiendo sobre temas que me producen curiosidad.
Después de semanas enmarañada entre notas de corte y consejos varios, decidí poner magisterio en segundo lugar y periodismo en la pole position. Entonces no era consciente de que una decisión tan libre como la que tomé en el verano de mis 17 añitos marcaría tanto mi vida. Tampoco sabía que, a esa edad, el cerebro con el que fallé a favor del periodismo era uno sin formar al 100%, como el de todos los adolescentes.
De todas formas, no me quiero adelantar. De esto último me di cuenta muchos años después porque, en realidad, disfruté estudiando periodismo. Después me esforcé mucho en todos los trabajos que conseguí y también en algunos proyectos que hice por mi cuenta, como este y, por supuesto, este otro.
El intermezzo
No obstante, el gusanillo de la docencia nunca se fue. Apareció de nuevo en un momento de mi vida profesional en el que empecé a estar un poco quemada y a sufrir una crisis de fe en la profesión; se intensificó durante un tiempo que pasé en el paro; y me obsesionó durante los primeros meses de la pandemia. Y justo entonces, en medio de todo ese caos tan feo, llegó mi intermezzo.
Dice Albert Espinosa: “Los intermezzos son aquellos momentos en que la vida te obliga a descansar […] y yo siempre he pensado que el universo quiere que aproveches esos instantes para arreglar asuntos de tu vida”.
Así que el 5 octubre de 2020, en el Día Mundial de los Docentes, me matriculé en la especialidad de Lengua Castellana y Literatura del máster del profesorado para seguir esa inquietud que estaba latente desde hacía dos décadas y que se había despertado fuerte en los últimos años. Sin presión, solo con el objetivo de cumplir un sueño.
Volver a clase a los 37
Y así fue como volví a clase a los 37. Un poco tarde y dando vueltas de más en mi camino, me remordía, pero, por otro lado, con la sensación de que por fin estaba en el momento y lugar correctos. ¿Habéis tenido esa sensación contradictoria y adictiva alguna vez?
He de confesar que no ha sido fácil. El último año me he pasado muchas tardes-noches-fines de semana estudiando, compaginando con el trabajo y haciendo prácticas en un instituto lleno de adolescentes. Y, aunque puede sonar raro, es de lo mejor que he hecho nunca.
Vale, ¿y por qué os cuento todo esto? Pues porque llevo tres meses sin enviar una Veleta (desde la entrevista que le hice a mi hermana Azucena sobre su depresión adolescente), pero es que me he pasado los últimos 90 días terminando mi TFM (Trabajo Fin de Máster) y ya, por fin, hace unas semanas, hice la defensa y ¡soy profe de lengua y literatura! Y me siento un poco como Michelle Pfeiffer en Mentes Peligrosas 😉
Tengo 38 años y acabo de comenzar una nueva aventura que me encanta. Por ahora, sigo trabajando de periodista y, de hecho, quiero seguir haciéndolo siempre de alguna manera. No sé hacia dónde me llevará este camino, pero me da felicidad y mucha sensación de libertad, y quería compartirlo con vosotros. Y, por supuesto, me encantaría que me contarais si habéis vuelto a estudiar, si os gustaría hacerlo o qué estudiaríais si pudierais volver a elegir. Dale a responder a este correo si quieres compartir esto conmigo.
Mi librería
Los links que te dejo a continuación son enlaces de afiliados a libros que han salido por esta newsletter o que he leído y me parecen interesantes. Si te gusta alguno de ellos y los compras desde aquí, me llevo una comisión de Bookshop, una plataforma que apoya a las librerías de proximidad. Esta compra no supone un coste extra para ti y es muy valiosa para mi proyecto y para las librerías.
Estos últimos meses, las lecturas del máster se han colado por delante de cualquier otra, pero he sumado unas pocas que os recomiendo aquí:
Tea rooms. Mujeres obreras, de Luisa Carnés. Esta obra perfecta de una de las Sinsombrero es de las lecturas que más he disfrutado en los últimos años. Por cierto, está en el Teatro Fernán Gómez de Madrid hasta el 30 de abril y voy a ir a verla. Os contaré muchas cosas de Luisa Carnés, porque es una de las grandes olvidadas de la literatura española que me encanta.
Nosotros en la noche, de Kent Haruf. Una preciosa historia de dos vecinos que deciden empezar a dormir juntos para sentirse acompañados.
La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro. La escritura elegante de José Luis Sampedro siempre es un acierto.
El código del dinero, de Raimón Samsó. Para iniciarse en las leyes del dinero.
Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite. Un cuento precioso para niños y adultos.
El desorden que dejas, de Carlos Montero. Un thriller gallego en el que la protagonista es una profesora de secundaria de lengua y literatura.
Sin miedo: 1.840 kilómetros de confianza, de Kristina Paltén. Una mujer sueca decide recorrer Irán corriendo para desmitificar la idea occidental del peligro que supone viajar sola por un país musulmán.
Posdata
Todo el contenido de Veleta está guardadito aquí y también lo comparto en Instagram a través de mi cuenta, @reporteraliteraria. Pero me apetecía tener un espacio para mi yo profe, así que he abierto un nuevo perfil, por si te atrae la idea de que juntos aprendamos lengua y literatura para la vida real, que fue el tema de mi TFM. Te dejo aquí el enlace: @lasbuenaslenguas.
Hasta que vuelva a cambiar el viento, Patricia
Si te ha gustado este contenido, quizá te apetezca reenviárselo a un amigo.
Si te han reenviado esta newsletter, puede que quieras suscribirte.